Las palabras tienen cierto poder, ¿Estás de acuerdo? Pueden herir sin apenas tocarte, pueden acariciarte el alma, pueden hacerte reír o llorar…
Las palabras nos pueden llegar a influir mucho y más aún a los niños, ya que están en proceso de maduración física, emocional y psicológica.
Hace unos días, me sentía confusa y con cierto malestar debido a una pelea que tuve con mi hijo. Poco después, chateando con una buena amiga, le conté qué había sucedido y cómo me encontraba. Sus palabras fueron como un bálsamo para mí, me sentí escuchada, comprendida y aliviada. En realidad, fijándome en lo que dijo, no hizo más que escucharme y poner palabras a mi sentir.
¿Te ha pasado esto mismo alguna vez? Estoy segura de que sí.
¿Y qué tiene que ver todo esto que hemos mencionado con la crianza y el poder conseguir más paz y armonía en tu hogar? Mucho.
Si desarrollamos la habilidad de poner palabras a cómo se puede estar sintiendo nuestro hijo en aquellos momentos en los que está con cierto malestar, vamos a poder acercarnos emocionalmente más a él en lugar de alejarnos con discusiones, quejas o críticas.
Lo podremos ver mejor con un ejemplo. Vamos a imaginar que es la hora de ir a lavarse los dientes y tu hijo mayor está molestando a su hermano pequeño que está jugando. Nos podemos acercar y decir:
¡Basta ya, siempre igual!, ¿Puedes parar e ir inmediatamente a lavarte los dientes?
O por otro lado, empleando el poder de las palabras 😉:
Veo que le has quitado el juguete a tu hermano y no le gusta. ¿Puede ser que tú también quieras jugar con él? ¿O quizás estás aburrido? ¿Quieres jugar un rato conmigo? ¿Os parece que vayamos a lavarnos los dientes y después juego un rato contigo?
En realidad ¿cuál es el poder o la magia de poner palabras en estos casos?
- Ayuda a poner claridad y orden en la vivencia del niño. Hay una coherencia entre lo que ve, siente y lo que dice el adulto. Le ayuda a entender.
- Ayuda al niño a identificar lo que siente cuando está confuso y aprende a poner palabras a su sentir.
Por otro lado, a través de las palabras, además de dar voz al niño, podemos expresar cómo nos sentimos y lo que necesitamos, nosotros, los adultos.
Es algo a lo que no estamos acostumbrados ya que probablemente no tuvimos ese modelo de nuestros padres en nuestras infancias. De todos modos, puede resultar muy liberador hacerlo ante nuestros hijos.
Cuando nos sentimos malhumoradas, removidas o decepcionadas por algo, es probable que nuestro estado emocional vaya a condicionar cómo actuemos. Sin embargo, este actuar no será comprensible para quien no sepa cómo nos encontramos.
Nuestros hijos tienen un radar especial para saber cómo nos sentimos, y detectan con gran facilidad si estamos en calma, agitadas o enfadadas. Si hacemos ver que no nos pasa nada, que estamos bien, ellos no van a percibir lo mismo y se van a sentir confusos. Peor aún, van a creer que estamos enfadadas por ellos, por lo que hayan podido hacer, o por cómo son.
En estos casos es de vital importancia que podamos usar nuevamente el poder mágico de las palabras para nombrar cómo nos encontramos y hacerles saber que es algo nuestro y que nada tiene que ver con ellos.
En este caso, el poner palabras ayuda a responsabilizarnos de lo que nos pasa y a quitarle posible culpa al niño.
Vamos a verlo y comparar cómo se podría sentir la niña en estos dos ejemplos:
- ¿Estás enfadada?
- ¡Noooo! Estoy bien, no me pasa nada.
O por otro lado:
- ¿Estás enfadada?
- Sí, estoy enfadada porque he perdido el autobús y no he podido llegar a la hora. El que esté enfadada no tiene que ver contigo hija, es algo mío.
Te animamos a que vayas poniendo en práctica el poder de las palabras. Eso sí, sin creer que es un tip o una estrategia más para que tus hijos hagan lo que necesites que hagan 😉. Simplemente con la intención de poder mostrarte más honesta y auténtica.
Verás que la relación con tus hijos lo nota.
Un fuerte abrazo,
Deja una respuesta