- Pero, ¿qué hago? ¿Limito o no limito a mis hijos?
- ¿Son necesarios los límites?
- ¿Cómo lo hago? ¿Cuánto limito?
Si venimos de infancias donde nos controlaban y debíamos hacer lo que se nos decía “sin rechistar” y actualmente no nos cuestionamos esa manera de funcionar, repetiremos estos patrones de conducta heredados con nuestras hijas e hijos, es decir, pondremos límites arbitrarios y basados en “porque lo digo yo y punto”.
Por el contrario, si a pesar de haber recibido este trato en infancia queremos tratar a nuestros peques con mayor respeto, desde una mayor conciencia hacia sus necesidades, puede que nos pasemos al otro extremo de no limitar y dejarles “campar a sus anchas”.
Este no saber o tener dificultades para poner límites y encontrar el equilibrio es algo generalizado entre las madres y padres que deseamos criar con consciencia ya que por un lado, no tenemos referentes de establecimiento de límites sanos o funcionales y por otro, porque en nuestra infancia, (por miedo a perder la relación con nuestros cuidadores o para no recibir críticas o castigos), tuvimos que reprimir la agresividad natural o malestar que nos llevaría a poner límites.
Por lo tanto, es frecuente que nos falte ese registro interno de saber poner un límite al otro.
Además, en muchas ocasiones relacionamos el poner límites con autoritarismo, amenazas, castigos y puede que nos genere un cierto rechazo o aversión el establecerlos en la dinámica familiar.
Otro obstáculo para poner límites puede ser el que al establecerlo pueda generarse un conflicto y no queramos enfrentarlo o sostenerlo.
Por lo tanto, en el día a día familiar, en muchas de las rutinas cotidianas a menudo nos sentimos perdidas, cansadas, desbordadas sin saber cómo hacer con las rutinas en el hogar y los límites.
¿Pero, qué es un límite?
El límite es una información que damos a la otra persona de cómo queremos que nos trate.
Cuando ponemos límites a los niños por ejemplo, les damos una información a cómo deben actuar en determinadas situaciones, atendiendo a criterios de seguridad, de respeto a uno mismo y a los demás, al entorno y de convivencia. Les damos una información que no tienen por falta de experiencia o edad.
Digamos que son como las “reglas del juego” de las relaciones.
¿Y para qué sirven los límites?
Sirven para transformar de manera activa los eventos que nos producen inseguridad.
En los niños, a través de los límites les ofrecemos una guía, una orientación consigo mismos, con los demás y con su entorno. Si no ofrecemos unos márgenes de contención que conserven nuestras necesidades esenciales tanto los niños como los adultos estaremos con sensación de incertidumbre e inseguridad permanente: “¿A qué hora nos acostaremos hoy?” “¿Comerá saludable?” “¿Se lavará los dientes después de desayunar?”
Por otro lado, el límite transmite consideración hacia el otro y hacia uno mismo: “eres importante para mi, por eso te cuido” “quiero cuidarte porque influyes en mí y yo también soy importante”.
Por último pero no menos importante, los límites nos ayudan a darnos a conocer y a construir intimidad emocional y conexión en la relación. Hago saber qué es lo que me gusta o disgusta o lo que me hace sentir bien o mal. Es decir, si todo está permitido para mí, no me doy a conocer.
Fuente: Mónica Serrano
Pero, ¿qué es lo que facilita que nuestros hijos cumplan los límites que establezcamos en el día a día?
Podemos hablar de muchos aspectos que hacen que un límite se acoja de mayor o menor gana por nuestros hijos. Vamos a mencionar o destacar 3 entre muchos otros:
- El vínculo emocional. Cuidar y fomentar este vínculo emocional es básico y primordial para que el niño se sienta seguro, querido e importante a nuestro lado y que entienda que los límites que pongamos son para reforzar la relación y el cuidado. Desde el querer contribuir a la relación, habrá mayor probabilidad de que los niños accedan a llevar a cabo el límite. Como dice Y. Laborda “A mayor conexión, mayor colaboración”.
- Fomentar principios y valores en lugar de muchas normas y límites. Vivir bajo principios y valores requiere de hacer las cosas con un propósito que nos mueve a cuidarnos, respetarnos y tener en cuenta las necesidades y sentires de todos los miembros de una familia, por ejemplo: “nos hablamos de forma amable”, “cuidamos del hogar” “cuidamos nuestra salud”…. Los niños los adquieren viviéndolos y sintiéndolos, principalmente cuando mamá y papá hacen de modelo. De esta forma la cantidad de normas y límites a establecer se reduce drásticamente ya que sabremos que ciertas actitudes no estarán permitidas al no tener cabida bajo nuestros principios o valores.
- Informar del por qué y el para qué del límite: Cuando fundamentamos y exponemos nuestros motivos y objetivos del límite, aumentamos las probabilidades de que los niños contribuyan a que se cumpla el mismo, debido a que su necesidad de comprensión y claridad respecto a él, se ve satisfecha. También el que nosotr@s estemos completamente segur@s del límite ya que si no lo estamos ellos lo percibirán.
En definitiva, el poner límites para el cuidado mutuo en familia es algo que la mayoría de nosotros tenemos que aprender. Requiere de deshacer viejas estructuras o patrones de pensamiento y conducta y aprender otras nuevas formas de hacer.
Todo un temazo en el que creemos que merece la pena poner energía para encontrar ese equilibrio que nos hace sentir tranquilas, en conexión y armonía.
Si sientes que necesitas ser acompañada en tu maternidad o tienes alguna dificultad concreta:
Esperamos que esto te inspire en el camino de conectar corazones en el hogar.
Un cálido abrazo.
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